Pelota al medio a la esperanza, el programa que “utiliza el deporte” para “generar vínculos de convivencia”

“Estamos convencidos que cuando nosotros le damos calidad a los chiquilines, ellos responden y responden bien”, aseguró el director del programa, Agustín Iparraguirre.
El programa Pelota al medio a la esperanza surgió en 2010 como respuesta colectiva a la violencia en el deporte y terminó transformándose en un plan de convivencia, impulsado desde el Ministerio del Interior junto a instituciones educativas, clubes deportivos y organizaciones sociales.
En sus primeros años, la iniciativa construyó alianzas estratégicas con clubes, escuelas y liceos para organizar torneos, talleres y charlas de referentes deportivos, sobre todo en contextos sociales vulnerables.
Así lo explicó en Nada que perder el actual director de Pelota al medio a la esperanza, Agustín Iparraguirre, quien añadió que “se utiliza el deporte para convocar a los chiquilines, a los gurises, a participar y generar vínculos saludables y de convivencia”.
Con el paso de tres administraciones de diferentes signos políticos, el proyecto logró consolidarse como una política pública permanente. Incluso durante la pandemia, cuando se redujeron actividades, se mantuvo en funcionamiento y hoy atiende a más de 4.500 niños y adolescentes por semana en 16 barrios de Montevideo y del área metropolitana.
“La Policía Nacional nos brinda los espacios donde tendríamos que intervenir como programa y donde hay necesidad de intervenir por el tema de convivencia”, explicó Iparraguirre y agregó que “el programa se está potenciando y las autoridades lo quieren también llevar al interior del país”.
Educación, empleo y cultura
La estrategia actual se organiza en tres ejes: educación, empleo y cultura. En el área educativa destacan los proyectos en escuelas y liceos, con torneos, actividades culturales y talleres de resolución de conflictos.
Entre estas líneas, se encuentra “el proyecto Moña, que es el que se trabaja con cuarto, quinto y sexto año de escuela”. También se garantizan traslados en ómnibus propios del programa para que los niños puedan salir del barrio y conocer otros espacios.
El segundo eje busca apoyar la inserción laboral de los jóvenes. El plan incluye charlas con consultoras de recursos humanos y referentes deportivos o empresariales para dar herramientas prácticas en la preparación de entrevistas, presentación de currículums, entre otras habilidades.
En tal sentido, Iaparraguirre indicó que la idea es “generar esa cultura de trabajo” en los adolescentes de 17 o 18 años y “empezar a potenciarlos para un futuro laboral”.
La dimensión cultural se nutre de alianzas con colectivos artísticos y convenios con las intendencias de Montevideo y Canelones. Entre las propuestas hay talleres de freestyle, percusión y murga, además de actividades de turismo social. Según el entrevistado, para muchos niños y adolescentes, experiencias como ir al teatro o conocer la playa son inéditas.
Uno de los aspectos más particulares del programa es la metodología aplicada en los torneos, donde se busca promover la convivencia entre rivales. Los equipos viajan juntos en el mismo ómnibus, comparten la merienda y luego regresan en ese mismo transporte, sin importar el resultado. “Es una competencia, pero después que termina, ya está, nos abrazamos, somos amigos, somos vecinos de barrio”, expresó.
El plan también se desarrolla en cárceles, mediante convenios con la Unión de Rugby del Uruguay y otras instituciones, con actividades con personas privadas de libertad en el Comcar, Punta de Rieles y la cárcel de mujeres.
Allí, el objetivo es “generar oportunidades para personas que quizás en algún momento cometieron un error y ahora están haciendo lo posible para salir adelante. El programa también apoya esa actitud más que nada”.
Los impactos se perciben tanto en centros educativos como en las comunidades. Informes de escuelas señalan mejoras en la actitud de los estudiantes y en el trabajo en el aula. Para Iparraguirre, la clave está en la continuidad y en la calidad del vínculo con los niños y sus familias. “Estamos convencidos que cuando nosotros le damos calidad a los chiquilines, ellos responden y responden bien”, aseguró.