“Pelota al medio busca generar ámbitos para construir seguridad, convivencia y generar espacios de reflexión con los jóvenes”, explicó el responsable del programa, Agustín Iparraguirre.
Este 2025, el programa Pelota al medio a la esperanza, que surgió en junio de 2010, en el marco del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, celebra 15 años de trayectoria. La iniciativa nació como una apuesta por transformar la convivencia y prevenir la violencia a través del deporte, especialmente en contextos sociales críticos.
En estos años, el programa ha evolucionado y se ha fortalecido, integrando nuevas líneas de acción como el programa Moña, que lleva esa misma lógica de trabajo a las escuelas primarias. En la columna Desde adentro del periodista Diego Martini, para Nada que perder, se ahondó en los comienzos del programa y en su presente una década y media después.
El exministro del Interior Eduardo Bonomi fue uno de los principales impulsores de la propuesta y, en una entrevista en los comienzos del programa, explicó que “el cambio cultural empieza cuando uno logra el sentido de pertenencia [...] con los amigos, con los clubes que tienen valores elevados, los compañeros de liceo, de trabajo, de barrio con los que comparte valores”.
Con el correr del tiempo, el proyecto fue ampliando sus objetivos y, en tal sentido, Agustín Iparaguirre, responsable del programa Pelota al medio, subrayó a Nada que perder que “Pelota al medio busca generar ámbitos para construir seguridad, convivencia y espacios de reflexión con los jóvenes”, a la vez que explicó que la utilización del deporte para esto responde a que “es lo que más convoca” para poder “generar ámbitos colectivos de resolución de conflictos”.
Según detalló, en el período de gobierno anterior “se le bajó la cantidad de participantes, pero en este período se decidió aumentarle la capacidad al programa” y hoy se trabaja con más de 4.600 estudiantes en primaria, además de liceos y UTU, en coordinación con la policía, la Anep y la Secretaría Nacional del Deporte.
La propuesta se instala, según puntualizó Iaparaguirre, en muchos casos, en barrios marcados por la violencia, que son aquellos que tienen “necesidad prioritaria”. “El programa lo que hace es instalarse de una manera distinta para generar espacios de reflexión", declaró.
Con ese mismo espíritu nació Moña, una derivación del programa que lleva su lógica de prevención a las escuelas públicas, especialmente en los grados de cuarto a sexto. La coordinadora del programa, la psicóloga Viviana Trillo, explicó a Nada que perder que se trata de una propuesta que trabaja habilidades socioemocionales como el respeto, la empatía, la comunicación y la cooperación a través del juego y el deporte.
“El deporte y la recreación se utilizan como herramienta porque al trabajar con niños y niñas es fundamental partir de propuestas que les resulten atractivas y significativas”, explicó Trillo. Y agregó que configura una “política de prevención” porque se busca “intervenir a tiempo en conductas o en hábitos muy naturalizados, muchas veces, que pueden parecer menores, como por ejemplo, el acoso, las amenazas, las agresiones verbales o físicas, la violencia basada en género y que si no se reflexionan y se desnaturalizan con el tiempo pueden profundizarse y derivar en delitos tipificados”.
Moña, que se desarrolla en conjunto con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), incluye encuentros semanales en escuelas donde los grupos realizan actividades planificadas con duplas de docentes y recreadores. La idea es que cada niña y cada niño tenga un lugar dentro del grupo, se sienta contenido y aprenda a convivir. “Se planifican dinámicas que aseguran la inclusión de todos los integrantes del grupo”, apuntó la psicóloga y añadió que “se busca que nadie quede por fuera, ni literal ni simbólicamente y que el grupo funcione como un espacio de contención, aprendizaje y disfrute”, afirmó Trillo.